miércoles, 2 de marzo de 2011

Sobre computadoras y rendimiento escolar

Periódicamente aparecen artículos periodísticos, ponencias académicas, informes estadísticos que interrogan la influencia de la computadora en educación. La tecnología parece destinada a tener que rendir un examen perpetuo. La tenacidad de estos estudios es saludable, aunque se nos permitirá elucubrar algunas sospechas: ¿de dónde viene esa desconfianza que parecen compartir distintos actores sociales y que se potencia cuando se constituye como opinión pública? ¿por qué se tiende a simplificar los problemas con conclusiones que son muy difíciles de sostener? ¿Qué relación tiene esto con otros temas en agenda como la demonización del los cybercafés (donde parece que sólo se pudiera consultar sitios hot o el prejuicio al chat (incitador de jóvenes asesinos)?

Queremos decir con esto, que es legítimo examinar a la tecnología y por lo tanto existe esa misma legitimidad para examinar a los examinadores. No es un trabalenguas sino un paso necesario para llegar a conclusiones claras, útiles –e imprescindibles- en el campo educativo.
La semana pasada el diario La Nación publicó los resultados de un estudio realizado en Europa por la inglesa Royal Economic Society que –según se desprende de la lectura- tiene un resultado contundente: los chicos que usan menos computadora, tienen mejor rendimiento escolar. Si bien eso queda muy claro leyendo el titular y los primeros párrafos, la nota no abunda en detalles y los que se apuntan contribuyen a crear confusión.
Lo que en principio es “rendimiento escolar”, después pasa a ser “rendimiento en matemáticas y literatura y al final de la nota se habla de “conocimientos primarios de conocimientos primarios como la matemática y la lectura".
Asimismo, no se especifica qué incluye la expresión “uso de computadoras”: ¿se trata del uso recreativo, como parece aludirse en un fragmento de la nota (“distrae en las tareas”) o se habla del uso educativo? Y en este último caso, ¿de qué uso educativo se trata: internet, software educativo, herramientas de office, trabajos en colaboración, etc.?
La variantes son infinitas. Sucede que “uso de la PC” es un sintagma muy complejo para ser el sujeto de una conclusión sin más y contribuye a opacar más que a aportar elementos para una evaluación que deber ser llevada a cabo pero en términos más precisos y profundos.

En la misma noticia publicada en el sitio de la BBC de Londres titulares y textos expresan opiniones más relativizadas.
El titular es “Dudas sobre el uso de computadoras en escuelas”. Asimismo, el texto explica los detalles del trabajo y la evaluación que los mismos autores realizan de los resultados. Thomas Fuchs and Ludger Woessmann, de la organización Cesifo de Munich, señalan que los números no muestran las causas del problema que por el momento sólo se pueden postular hipotéticamente. Entre las causas hipotéticas se encuentra que tal vez sea el uso excesivo de computadora el que contribuya a disminuir el rendimiento o que los resultados pueden estar ponderados por factores como la dinámica de las aulas que hace que los chicos con más problemas tengan menos oportunidades para utilizar efectivamente las máquinas de las escuelas.
Esto le suma más complejidad a la cuestión porque llama la atención sobre los distintos actores y variables que intervienen en el momento en que un alumno usa la computadora en una escuela: el trabajo en equipo, el rol del docente, los planes de estudio, el funcionamiento institucional, entre muchos otros más.
De todas maneras, los resultados de la investigación son un llamado de atención. Así los lee Tim Rudd de Becta, la oficina del gobierno inglés dedicada a la informática, que señala que tal vez se deba revisar la certeza de que las computadoras son buenas en educación introduciendo variables como la edad o la disciplina, aunque particularmente en matemática parece bastante probado su eficacia y su contribución a la renovación del estudio.
Sin una buena información de base no se pueden sacar conclusiones útiles sino seguir alimentando mitos colectivos tecnofóbicos. Falta, además, tiempo para evaluar los rendimientos, investigación académica e interdisciplinaria para proveernos de conceptos y trabajo de campo –como este de Munich-, operativos estatales de evaluación para sumar miradas y puntos de vista un debate fundamental.

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